El suelo es un recurso dinámico que sostiene vida vegetal, está compuesto de partículas minerales de diferentes tamaños (arena, limo y arcilla), de materia orgánica y de numerosas especies de organismos vivientes. De tal forma, su composición y su calidad puede cambiar como respuesta al manejo que se le dé, adecuando sus propiedades biológicas, químicas y físicas.
Como parte del ecosistema, el suelo colabora para que se den variados beneficios como son el aire limpio, el agua limpia, las cosechas productivas, los buenos pastizales, la diversidad de la vida silvestre hasta la belleza en los paisajes.
El suelo debe tener todos los nutrientes necesarios para el crecimiento de las plantas y una estructura que las mantenga firmes y derechas. La estructura debe asegurar suficiente aire y agua para las raíces de la planta, pero debe evitar el exceso de agua a través de un drenaje eficiente. El humus se pierde fácilmente con el suelo expuesto.
La mayor parte de los nutrientes se reciclan a través de la raíz y regresan mediante las hojas. La materia orgánica también proviene de gusanos, insectos y otros organismos (como hongos), produciendo humos que da el color obscuro a la capa inferior del suelo y le da una buena estructura.
Para alcanzar una buena producción el agricultor debe mejorar la fertilidad y estructura del suelo. Existen cuatro principales tipos de suelo.
Los cultivos saludables crecerán en un suelo con nutrientes adecuados
Algunos nutrientes minerales son estables, como el fósforo, pero otros se pierden o se consumen fácilmente como el nitrógeno.